En las últimas dos semanas ha habido una especie de loco calato corriendo por las calles limeñas en contra de la nueva Ley Laboral más conocida como la Ley Pulpin. Sin embargo, la mayoría de aquellos quienes salían a gritar fervorosamente improperios contra el mandato, pronto a caer en el olvido, de Ollanta Humala no conocen los pros y los contras, aquí resalta el mayor problema que enfrenta la clase no política del país: el desconocimiento y falta de comunicación gubernamental.

¿Dónde radica el problema? Terminamos el año con el cierre de la COP 20, lo cual debería significar un check en nuestra lista de logros si no fuera porque NO somos un país que busca apegarse al desarrollo sostenible, este evento es una fachada de nuestra triste realidad. Cómo un país puede pretender salir de la lista de países tercermundistas y apegarse a las nuevas tendencias ecológicas si nuestro PBI está tocado e inflado por la tala ilegal de árboles, la minería informal y el narcotráfico.

Además pertenecemos a la lista de los países más corruptos en el mundo alcanzando los niveles de países africanos como Nigeria o Tanzania según la organización mundial de Transparencia Internacional, eso sin contar el ineficiente manejo de los poderes gubernamentales, sobretodo el judicial dónde la corrupción alcanza niveles de si vergüencería.

Otro de los problemas más significativos tal como dice Levitsky es la despolitización de la clase media, pues en realidad la despolitización no solo es de la clase media, es de todas las clases sociales, recordemos que el Perú no solo es Lima, empezando por ahí la pregunta es: ¿Si éste nuevo régimen laboral afecta los intereses de los jóvenes de todo el Perú de 18 a 24 años porqué solo en Lima fue la protesta? La respuesta es simple, la despolitización de todas las ciudades del Perú. Parece que los arequipeños y piuranos esperan que sus conpatriotas limeños les resuelvan el problema, así como los cuzqueños, tacneños, loretanos o ayacuchanos. Por eso nuestro país no atraviesa una reforma gubernamental, nadie se compra un problema que ve tan ajeno. Demos una mirada a nuestros países vecinos como Argentina o Chile que han logrado modificar sus regímenes a punta de cacerolazos, hasta lograr reformas radicales en educación y economía.

Sin embargo, este lavado de manos no sólo es culpa de nosotros mismos, para variar nuestro gobierno también tiene la culpa, nuestros medios de comunicación también tienen la culpa. El monopolio de la información que recae sobre cierto grupo de poder ha hecho que la información se limite a sus intereses. El gobierno no comunica, la clase política no nos representa y los medios informativos no nos defienden.

Es imposible cambiar aquello que se desconoce, no podemos pretender cambiar un gobierno al que no conocemos, un gobierno que no comunica. La comunicación del Estado es tan mala y pobre que la mayoría de nuestros presidentes acaban su mandato con menos del 20% de aprobación, el mejor ejemplo de eso es que Ollanta Humala a un año de terminar su mandato cuenta con solo el 30% de aprobación, porcentaje que bajará aún más en los próximos meses.

Si las cosas siguen así la participación política de los ciudadanos se va a tener que dar por las malas, luchar contra el narcotráfico, la corrupción y el abandono es tarea de todos los peruanos, nos afecta a todos. No esperemos que se note.